lunes, 24 de agosto de 2015

La paz en tu guerra

Mi alma devastada entre las turbulencias de una boca prohibida y la luz que proviene del camino contrario al que siempre elijo tomar. Aquella noche de verano entendí tu presencia, perenne siempre e inquieta a veces, como el estallido de cien caballos galopantes en el fondo de mi misma. Y me perdí en el inquebrantable desorden que me traen tus manos al acariciar mis miedos, en el intento incoherente de sacudir mi caos me mojé en tu tempestad y entonces, solo entonces, se calibraron mis imposibles. Mi oasis en mitad del desierto. Tú.

Tú, conjugándome en el presente inmediato de aquella playa. Fuiste fuego en mis pupilas, mar de noche sobre mis molinos de viento, guerra y paz. Antes de desatarme, abrí los ojos y cerré las puertas: te pensé, silente en mi camino, andando cauteloso sobre mis dudas en la versión que hasta ese momento siempre fuimos. Apagué la mecha deseando quemarme en tu fuego. Eligiendo la razón. Desechando el corazón por suponerle viva solo una mitad a trozos.

Yo, suplicándote el camino vacío; mi alto al fuego particular, dejé colgando mis deseos. Se quedó mi grito silenciado en la sal de las olas que viví a medias contigo. Aquella noche en que entendí que siempre, incluso al otro lado, existe el mar sanando mis heridas.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario