martes, 18 de septiembre de 2012

septiembre.




El verano y tus apariciones estelares en mis momentos. Menuda combinación para terminar de destruir todo eso que empezó siendo una historia de universos paralelos entre mi pelo y tus dedos. Ahora que se puede intuir por las noches el invierno y hago balance de este choque de necesidades que se convirtió en hecatombe después de un año de quererte despacio y muy en silencio, te confesaré que me flaquearon los párpados desde el primer minuto en que sentí que me mirabas y caí extasiada ante todas las formas de amor que había guardado para ti desde hacía casi 19 años; te querría en todos los tiempos verbales y de mil modos distintos, habría inventado para ti cientos de melodías que transformaríamos en historias de verdad para saborearlas cada atardecer desde el puerto. Me asustó sentir que no quería estar en ningún otro lugar más que en ti y ahora pienso tratar de borrar el deseo de perderme en tus hoyuelos prometiéndome que daré con el número exacto de lunares en tu espalda. Ya ves que siempre hago todo al revés. Me hablabas del verano y de todos tu planes con otras mientras yo disimulaba el entusiasmo inexistente que me producía el hecho de pensar que todas esas “otras” te enseñarían la parte de la vida que yo quería compartir contigo. Ahora que llega el frío y ya te he conocido en todas las estaciones del año tengo la certeza de que sólo tu nombre me salva. Querría que te volvieras presente y fueras mi futuro para dejar de hablar en pretérito de ti. 

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